Como ya hemos dicho, durante la segunda mitad de existencia de la Peña, desde aproximadamente mediados de los años ochenta hasta su desaparición en los primeros años dos mil, para ir hasta el punto de inicio de las excursiones se dependía más de los coches particulares que no del transporte público (bien fuese el tranvía -durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, sobre todo- o de los autobuses de línea que enlazan todos los pueblos del cinturón con la capital). Esta circunstancia hizo que prácticamente todas las excursiones que se desarrollaban por la zona del cerro de Huenes, pico del Trevenque o cordillera de los Alayos comenzasen y finalizasen en la fuente del Hervidero. Para ir al pico de la Carne se partía desde el citado cortijo del Hervidero, para enlazar con la carretera forestal que conduce al cortijo de la Cortijuela, pista que se abandona nada más cruzar el puente de los Siete Ojos para coger una vereda que sale a la izquierda y que, tras hacer un giro de 90º a la derecha en la divisoria, conduce hasta el pico de la Carne (1.813 metros) por toda la cuerda. Desde allí, bien por Cerro Gordo o por el Tamboril, se buscaba la vereda o la pista forestal que conduce a Fuente Fría, para continuar por las inmediaciones de la casa forestal de Fuente Fría -también conocida como refugio del Huenes-, cruce del barranco del Lobo, Tajo Colorado, cruce del barranco de las Majadillas, puente de la Burra, para enlazar nuevamente con la pista de la Cortijuela, hasta el Hervidero.
El tiempo de duración de la excursión solía estar entre 2½ horas y 3 horas, comenzándose la marcha hacia las 9,30 horas y finalizando en torno a las 12-12½.
Tras de secarse el sudor y asearse un poco en la fuente del Hervidero, el aperitivo post-marcha tenía lugar en alguno de los bares acostumbrados de La Zubia.
Advertencias
1) Dado que hay una serie de elementos generales que sirven para identificar y valorizar a casi todas las excursiones, especialmente las de baja montaña, las que siguen las vamos a reflejar mediante una serie de apartados (aproximación hasta el punto de inicio y regreso a la ciudad desde el punto final; itinerario; tiempo de duración de la marcha; comentario, etc.) donde se proyecten algunos de esos datos de carácter más frecuente, advirtiendo, eso sí, que no siempre su desarrollo se producía tal y como indicamos sino que en ocasiones podía haber variaciones en cuanto a los puntos de salida y llegada, transporte, itinerario, etc.
2) El hecho de hacer parte de la excursión corriendo traía consigo el que algunos de los tiempos que se reseñan en las crónicas no puedan ser tomados como reales para la actividad normal senderista; únicamente los reflejamos aquí como una anotación más de los eventos de la Peña. Como verá quien tenga la curiosidad de leerlas, muchos de estos tiempos están tomados de las propias notas de Miguel; esto quiere decir que son tiempos de la “tercera división”; la “primera” solía hacer el recorrido en un tiempo inferior. Otros tiempos, tomados de notas nuestras, sí se ajustan más a la normalidad senderista por haber sido tomados en los últimos tiempos de la peña, cuando ya prácticamente no se corría, o tras la desaparición de ésta.
3) Aún cuando la redacción de los diversos apartados que conforman cada excursión están basados en gran medida en nuestros propios recuerdos y en nuestras notas, no obstante en el apartado “Comentario” hemos incluido copia de las anotaciones de Miguel y de algunos resúmenes de prensa que apoyan nuestras anotaciones personales.
4) En ellos podríamos haber incluido muchísimas más crónicas escritas por Miguel (como dijimos, las había por cientos) pero la narración hubiese sido demasiado repetitiva y excesivamente monótona, sin que hubiesen aportado nada nuevo. Por nuestra parte, se trataba básicamente de recordar una serie de itinerarios-tipo que se solían hacer todos los años de forma casi invariable y aderezarlos con una o varias crónicas que reflejasen los recorridos por donde discurrían, tiempos de marcha, participantes en la excursión o alguna anécdota significativa. En cualquier caso, creemos que las que transcribimos son suficientes para recordar a aquellos que las protagonizaron determinados sucesos pasados, que de otra forma quedarían en el olvido; también para recordarnos a quienes le conocimos algunos detalles de la personalidad de Miguel, verdadero protagonista de la historia de la peña durante toda su existencia y por tanto también de esta cuasi-historia, como es, por ejemplo, la modestia de quien no tiene inconveniente en anotar y dejar constancia de su falta de aptitud o de su incapacidad para proseguir la marcha en alguna excursión, por la dureza de la misma, viéndose obligado a volverse; pero también su orgullo de montañero, incapaz de aceptar en su interior decisiones tomadas por otros que fueran en contra de lo que él creía más adecuado, o resaltando el hecho de haber advertido él sobre las dificultades que los demás se iban a encontrar por no seguir su consejo, o su desazón cuando los demás no tienen fe en el guía (es decir, en él). En ellas se expresa con un lenguaje natural, de hombre del pueblo, que nosotros hemos querido respetar en lo posible, transcribiéndolas íntegras tal cual él las escribió para que no perdiesen nada de espontaneidad; únicamente las hemos enmendado en lo relativo a colocar signos de puntuación en aquellas frases que su redacción obligatoriamente lo exigía o corrigiendo las faltas de ortografía de quien, huérfano de padre, tuvo que dejar muy joven la escuela y ponerse pronto a trabajar; escritas muchas sobre el dorso de las papeletas de lotería nacional que todos los años repartía la peña entre sus socios y amigos, lo que también pone de manifiesto otros rasgos de su personalidad como era el ahorro.
5) Por lo que respecta a los resúmenes de prensa, con el fin de dar relevancia a las actividades que la peña llevaba a cabo, su secretario enviaba semanalmente a la prensa escrita de Granada la crónica de la excursión realizada el domingo anterior. Las crónicas eran redactadas y enviadas al periódico por Manuel Ruiz Fajardo, durante los primeros años de actividad de la peña y durante el tiempo en que los “Amigos del Purche” estuvieron englobados dentro de la Sociedad Sierra Nevada, y tras la entrada como socio, allá por los años setenta, por quien sería su secretario “a perpetuidad”, Juan Valladares. Crónicas que invariablemente eran publicadas y de las que nos han llegado numerosos recortes guardados por Miguel, de los que aquí igualmente damos una selección. Estas crónicas sirvieron sobre todo para que el grupo fuese conocido por todos los granadinos, en general, y por el resto de grupos montañeros y senderistas en particular, pues el hecho de aparecer semanalmente en los periódicos que por entonces se editaban en la ciudad, los diarios “Patria”, “Ideal” “El Día de Granada” o “Granada 2000”, hacía que el nombre de los Amigos del Purche “sonara”, circunstancia que, como no podía dejar de ser, regularmente se les agradecía, como pone de manifiesto la siguiente carta que copiamos:
“Estimados amigos de la prensa:
Nuevamente os agradecemos la publicación de estas modestas crónicas montañeras, pues en estos últimos días de lamentables desgracias que está sufriendo este sufrido y anónimo deporte, la publicación de estas marchas alegres por las veredas de nuestra Sierra en baja y alta montaña estimulan no sólo a los propios montañeros, sino a todos los lectores en general.
Con ello se pone de manifiesto el espíritu valiente del montañero que continúa, pese a la adversidad, saliendo día a día, luchando contra las condiciones meteorológicas sin más propósito que lograr el objetivo marcado, y éste es bien sencillo, conseguir subir a las máximas alturas, sin ánimo de competición sino buscando coronar las cumbres y recibir en premio a sus esfuerzos los paisajes espléndidos que Dios nos brinda a través de la Naturaleza.
GRACIAS, Amigos”.
GRUPO MONTAÑERO AMIGOS DEL PURCHE
Firmado: Juan de Dios Valladares